14 oct 2015

Vietnam. Día 3: Can Tho (delta del Mekong) - Ha Noi

Descubriendo el delta del río Mekong

Can Thó. Hotel Hello 2. 5.30am> Cuesta despertarse y más aún darse una ducha en esa habitación. Salimos de ella sin ninguna pena y medio dormidos al encuentro de la mujer que será la patrona que guíe nuestra embarcación en una ruta de 7 horas por el Mekong. Por 30$ (inicialmente nos pedían 40) nos guiará en una barca para nosotros por el laberinto hídrico que conforma el delta. 
Hay excursiones más cortas, pero por unos pocos dólares más nos garantizamos aprovechar el desplazamiento hasta aquí. Y puestos a madrugar...que cunda.
Acaba de amanecer, el cielo está gris y nos preocupa la lluvia. La barca es de remo y motor. El agua del río es completamente turbia.
Iniciando el recorrido. Casi de noche.
El río Mekong es el octavo río más largo del mundo (casi 5000 Km) y es el único que transcurre por seis países asiáticos: Tíbet (desde aquí reivindico su independencia), Myanmar, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam.
El recorrido se hace muy interesante. Es un paisaje poco usual para los europeos que refleja una forma de vida austera y humilde en los mismos márgenes de los ríos, expectantes a posibles crecidas. Vida a merced del agua. Sorprende encontrar comercios flotantes como gasolineras o supermercados abiertos al río para poder llegar con la barca, comprar y salir. Algo bastante inusual.
Puertos de carga improvisados.
La excursión fluvial la iniciaremos desde Can Tho, con sus orillas industriales repletas de barcazas con arena y tierra, bambúes, madera...hasta llegar al mercado flotante donde los locales, en viejas embarcaciones de mirada desafiante, impulsadas por remo y/o motor , acuden desde aguas arriba por cualquiera de los miles de ríos que conforma el delta para negociar con sus mercancías, todo comestibles. 
Barcos con ojos para intimidar a los extintos cocodrilos.

Se trata de toda una experiencia estar ahí en medio, viendo volar sandías de un barco a otro. O ver el trasiego de hortalizas y frutas tropicales. 
Y las sandías rotas... al agua.


Llama la atención ver el movimiento milimétrico de embarcaciones que se abarloan con destreza unas a otras para llevar a cabo la transacción.
Su especialidad: Pomelos. Pero ¿compra o vende?

Esperando con sueño la llegada de mercancía dentro de la bodega.

Ejemplo claro de relación Businness-to-Business.
Intercaladas entre las barcazas, pequeñas embarcaciones hacen de cafeterías flotantes, ofreciendo café, té, sopas o hasta alimentos recién hechos a la brasa (en la propia barca). Hay que reponer fuerzas para continuar la mañana!

6.30 am. La hora del Phó. La sopa vietnamita con tallarines.
BBQ flotante. Calamares, pollo... y lo que no vemos.
Llama la atención que, cada puesto flotante que, para anunciar lo que vende, dispone de un mástil con la mercancía que ofrece. Para que se vea bien desde lejos. Desde sandías, calabazas, incluso cangrejos.
Está claro lo que venden.
Y bajo el reclamo: la mercancía.

Tras los mercados flotantes, proseguimos nuestro camino. Abandonamos la arteria principial del río para empezar a perdernos por sus miles de afluentes. El paisaje de ciudad va dejando paso a la naturaleza. Palmeras y vegetación comienzan a predominar en las orillas. Las viviendas se van haciendo más pequeñas y rurales. Los arrozales empiezan a hacer acto de presencia. Barcas de pescadores nos saludan. Cruzamos por debajo de puentes mono, que sirven de paso a los campesinos: hechos, literalmente, con 4 bambúes.
Puente-mono en un arrozal.

Y llegamos a un pequeño núcleo de población (muy reducidos) donde se producían tallarines de arroz. Proceso totalmente artesanal partiendo del arroz en grano y con medios muy tradicionales. Muy poco turístico, o al menos, ese día no había nadie más.
Obleas de pasta de arroz secándose. Origen de los tallarines.
Tras la visita pudimos parar a tomar un refrigerio (mejor dicho desayuno pues eran las 8.30am) en una mini terraza. Por primera vez pude degustar el jugo de tamarindo, con todo su dulzor y sus pepitas, bien frío (20000 D de cocacola y 10000 D del jugo). Una delicia que espero poder volver a degustar. Acompañamos esto y la Coca Cola con unos pastelillos locales hechos de harina de arroz que estaban muy buenos. Mención especial para un bollito de arroz (blanco y blandito) que nos sorprendió por su sabor (5000 D cada pieza). 
Además, la patrona del barco nos deleitó con una piña, un mango y una naranja agria mientas nos conducía por los canales. Es increíble el sabor de la piña y el mango frescos y en su estado óptimo de maduración, sin pasar por cámaras frigoríficas. 

Navegamos junto a arrozales y más pueblecitos pequeños donde se veía a las mujeres lavar en los ríos, niños bañándose, algún mono. Pudimos apreciar aparejos de pesca. Alcanzamos rincones en los que la naturaleza, por efecto de la humedad y calor tropicales, empezaba a hacerse más salvaje. Sorprende ver el gradiente de vida que lleva de la máxima población a la naturaleza despoblada. Impresiona saber, que no hay opción de adentrarse en la jungla por lo tupido e inhóspito de ésta.
Artilugio de pesca.
La selva.
Tras poder contemplar tal variedad de paisajes en unos pocos kilómetros de ríos, pusimos viaje de vuelta hacia Can Thó. La mañana fue muy entretenida. Tales paisajes contemplados desde una barca a motor hacen que un se sienta un muñeco en manos de la naturaleza :)
A la llegada a Can Thó, (no es que tenga un especial interés turístico ni demasiadas cosas en que entretenerse) buscamos un sitio decente donde comer algo que no fuera ni serpiente ni cocodrilo. 
El menú fue: Arroz de pescado (bastante bueno), sopa de cerdo y gamba (una gamba de nuevo), y un par de rollitos vietnamitas (esta vez sin freir). 
Los rollitos tenían alguna hierba dentro que enmascaraba el sabor del resto. A mi particularmente me pareció un sabor algo cargante, algo como anisado, sin saber muy bien de qué podía tratarse. En general la comida estuvo bien. Reconfortante. En total la cuenta alcanzó los 180.000 Dongs (con 4 Saigón Bia).

Próximo destino: Ha Noi.

Hacemos un poco de tiempo hasta las 16.30 que sale nuestro vuelo a Ha Noi. El vuelo nos costó 1.200.000 Dongs, comprado en el centro comercial más lujoso y céntrico de Ho Chi Minh City. Era una tienda oficial de Vietnam Airlines. Fue el sitio más barato donde lo encontramos, ya que en otras agencias nos pedían 2.000.000 D y por internet 1.600.000 D. Taxi al aeropuerto y en nada llegamos. Es un aeropuerto pequeño y en los mostradores de Duty Free nos sorprende ver que venden frutas para llevar y pescado seco.

ANÉCDOTA DEL DÍA.
Una vez pasado el control de pasaportes, ya embarcados y sentados en nuestro correspondientes sitios, esperábamos tener suerte y que no se sentase nadie a nuestro lado. En ocasiones pasa. También puede pasar que se te siente una persona de grandes dimensiones que te "invada" o que te toque un cansino. 
En este caso montó una persona que minaría nuestra moral y paciencia durante casi 1.45h. Se trataba de una persona de unos 50 años (a lo mejor tenía 20 pero mal mal llevados). Venía con un iPhone y no llevaba unas pintas terribles. Digamos que a simple vista parecía honorable (adjetivo muy apropiado para denominar a las gentes en Asia). Toda la honorabilidad la perdió de golpe cuando empezó a sorber mocos, toser, sonarse (no sé si lo hacía directamente a su mano o qué pero es mejor no mirar), y todo tipo de ruidos guturales que denotaban unas vegetaciones de grado 3. La cosa podría haber cesado...te suenas los mocos y listo. NO. La cosa fue a peor. En un momento de tregua le vi rebuscar en el respaldo del asiento, donde se guardan las revistas de la aerolínea y las indicaciones de seguridad. De esa bolsa marsupial del asiento sacó nada más y nada menos que...(Maestro! redobles de tambor) que...una bolsa de papel para emergencias (vómito repentino o situaciones similares). Y...¿Para qué la usó? Para aliviar sus vegetaciones! Fue el refugio de sus mocos y escupitajos hasta que aterrizamos y le dimos esquinazo. Qué ascazo de hombre! Si hubiera sabido algo de su idioma le hubiera puesto de cerdo vietnamita para arriba y hubiera maldecido bien a todos sus ancestros (sé dar donde más duele, eh?). Requetepuag.

La llegada a Ha Noi 

Fue de locura. En la cinta por la que debían salir las maletas se agolpaban cientos de vietnamitas nerviosos esperando a lo que podríamos denominar como su equipaje. Este equipaje, en un porcentaje de más del 83% de los casos consistía en cajas de poliespan blanco forradas de cinta de carrocero de colores (esa típica cinta de color marrón para envolver) identificadas con un letrero y un nombre. Todas las cajas salían parecidas. Y la cinta mojada. Era como que...llevasen algo congelado o productos frescos que perdían agua o algún tipo de líquido. Bastante misterioso todo y...asquerosete a partes iguales. Tener la maleta mojada por un líquido que no sabes qué es...genera desconfianza y más en este país después de la anécdota del día.  
Con la mochila al hombro nos fuimos en busca de un bus que nos llevase al centro de la capital vietnamita de 7 millones de habitantes.
Noi Bai, el aeropuerto de Ha Noi, está como a unos 40km del centro y se tarda una hora aproximadamente en llegar. No era cuestión de coger un taxi para tantos kms. Dicen que hay un servicio shuttle de las principales aerolíneas que cuesta 5$. No lo consideramos.
En cambio, decidimos ir al bus municipal 17 ya que sabíamos que salía cada 15 minutos y costaba mucho menos (en efecto, 9.000 D). Este para en una explanada-aparcamiento que hay a 200 metros hacia la derecha según se sale del aeropuerto. Fue una gran elección y nos dejó a las puertas del Old Quarter de Ha Noi (centro de la vida turística de esta ciudad). 
Entrada al Old Quarter.

Ibamos dirección de un hotel que nos habían recomendado unos españoles que nos habíamos cruzado. El paseo nos dejó entrever la vida que tiene esta ciudad y lo turística que es. Terrazas, gente, mercadillos, pubs con música...
El hotel tenía buena reputación en Tripadvisor. Como siempre, nos la jugamos para ir sin reserva y negociar in situ, confiando en que quedaran plazas libres. Después del viejo sorbemocos y de las maletas mojadas, esto tampoco nos saldría bien del todo. Hotel completo. Se trataba del Dragon Rising Hotel. Tenía muy buena pinta pero no había habitación. La recepcionista se mostró muy servicial y tras buscar una solución propuso otro hotel. Según dijo, era de mejor estándar que ese. El hotel era nuevo y se estaba promocionando. De hecho nos mandaron un taxi que nos llevó al hotel sin tener que pagar nosotros ni un Dong!
El hotel estaba en un callejón (algo muy común en Ha Noi) pero muy bien ubicado junto a una calle principal del Old Square. Tenía una recepción nueva, amplia y el conjunto tenía buena pinta. Se trata del Serenity Villa Hotel. Muy recomendable pues las habitaciones son nuevas, amplias y con vistas a la ciudad. Se nos asignó un noveno, en habitación gigante, y baño impecable. Así que todo un acierto! Por 25$ la noche fue una gran elección. 




A cenar

Tras explorar un poco el centro turístico de la ciudad y comprobar su buen ambiente, decidimos sentarnos a cenar en un sitio que nos llamó la atención.
Para cenar barbacoa.
Nos llamó la atención el sitio que proponía barbacoas en una especie de fogoncillo (con carburante de gel) y que asaba los alimentos (verduras, pollo y ternera) en una especie de mantequilla. Suena raro. Sí. Lo reconozco. Pero estaba muy bueno. Nos dieron pan (en Vietnam tienen un pan muy parecido al nuestro) y fritillo en ese mejunje estaba espectacular.

BBQ para 2 y 5 bia Ha Noi = 160.000 + 100.000 = 260.000 D. Por 10€ una cena muy divertida, distinta y para disfrutar.

El día ha sido largo. Llevamos en danza desde las 5.30 de la mañana. El hotel nos recibe como merecemos. La habitación es muy acogedora: caldo de cultivo idóneo para unos buenos ronquidos ;)